Por Mauro González
Tenemos la obligación de proyectar políticas empresariales que contemplen esta noción para generar un compromiso mayor con el resto de la sociedad.
Sin importar la forma que la ideología neoliberal tome para gobernar nuestro país, su plan económico se repite sistemáticamente: apertura de fronteras para productos importados, quitas de subsidios a la producción y desregulación cambiaria en nombre del libre mercado y la integración internacional. Pero en definitiva, este tipo de medidas no tienen otra intención más que favorecer un clima de especulación y acumulación financiera en detrimento de todo proyecto de desarrollo industrial.

Todas estas aventuras liberales han sido reforzadas con campañas comunicacionales que supieron erosionar hasta el estigma al empresariado nacional. Claro que los tiempos cambian y los mensajes se adecúan. Aquella silla colapsando en la pantalla chica parecería hoy poco más que una sátira. Los conceptos se actualizan porque los resultados de los grupos focales así lo demandan. Pero los planes no cambian.


Los mensajes se adecúan, pero los planes no cambian. Se construye un sentido común a través de discursos mientras se refuerzan las vías de acción política. Se argumenta la aniquilación. Ningún modelo neoliberal admitirá jamás una visión de desarrollo industrial porque necesitan pobreza, desempleo e inequidad para funcionar. La idea de competitividad trafica concentración económica y geográfica, postergación del mercado interno y precarización laboral. Entonces, las pequeñas y medianas empresas son atacadas no por su falta de competitividad, sino porque representan una amenaza ética para estos modelos.

Ya no podemos ignorar la variable cultural a la hora de planificar nuestra actividad. Tenemos la obligación de proyectar políticas empresariales que contemplen esta noción para generar un compromiso mayor con el resto de la sociedad. El empresario PYME está llamado a ser un nuevo sujeto social, capaz de comprender que su lugar está junto a los trabajadores y cada uno de los argentinos que aspira a la construcción de un país más justo. De lo contrario, todos los esfuerzos que hagamos serán sepultados eventualmente ante otra embestida neoliberal.

La asimetría de fuerzas nos obliga a estar en el territorio. Debemos unirnos para amplificar nuestro mensaje. La responsabilidad social no debe ser reducida a acciones aisladas y políticamente correctas. Debe ser una actitud revolucionaria. Una militancia permanente y dinámica que permita a la ciudadanía descubrir la importancia de la industria nacional. Tenemos que demostrarle a cada habitante de nuestro país que las pequeñas y medianas empresas están listas para construir un futuro mejor.